En esta página te sumergirás a un mundo de fantasía, magia e imaginación, diviértete con nuestros cuentos.
POEMA " EL ELEFANTE TRAVIESO"
POEMA " LA RANA CANTANTE"
"La rana cantante"
POEMA "EL VUELO DEL PAJARITO"
El vuelo del pajarito
POEMA " EL GATO SOÑADOR"
El gato soñador
POEMA " LA AVENTURA DEL CARACOL"
La aventura del caracol
FÁBULA " EL LEÓN Y EL CONEJO ASTUTO"
El León y el Conejo Astuto
En la vasta sabana, un león orgulloso era conocido como el rey de todos los animales. Se creía invencible, y su mayor deseo era que todos le respetaran y le temieran. Un día, decidió lanzar un reto a los animales más pequeños del reino.
—Cualquiera que logre vencerme en un desafío de inteligencia, no será cazado jamás—, dijo el león con una risa confiada.
Los animales pequeños, temerosos del león, no se atrevían a enfrentarlo, hasta que un pequeño conejo levantó la mano.
—Yo aceptaré tu reto, gran león— dijo el conejo, con voz segura pero humilde.
El león, sorprendido y divertido por la osadía del conejo, aceptó. —Muy bien, pequeño. El reto será sencillo: me capturarás sin usar la fuerza. Si lo logras, ganarás.
El conejo, con una sonrisa astuta, propuso un plan. —Vamos al pozo más cercano, león. Ahí te capturaré sin necesidad de luchar.
Intrigado y seguro de su victoria, el león siguió al conejo hasta un profundo pozo de agua cristalina. Cuando llegaron, el conejo le dijo al león:
—Asómate y mira dentro del pozo. Ahí está el león más feroz de todos, pero está atrapado.
El león, curioso, se acercó al borde del pozo y miró hacia abajo. Al ver su propio reflejo en el agua, creyó que otro león estaba dentro. Furioso y sin pensar, saltó para "atrapar" a su rival, solo para caer en el pozo y quedarse atrapado.
El conejo, desde arriba, miró al león y dijo: —Has sido capturado, tal como prometí, pero no por la fuerza, sino por tu orgullo.
El león, avergonzado y atrapado, reconoció que había sido derrotado por la astucia del conejo y cumplió su promesa: jamás volvió a cazarlo.
Moraleja: La inteligencia y la astucia pueden vencer a la fuerza, especialmente cuando el orgullo nubla el juicio.
FÁBULA " LA TORTUGA Y LA MARIPOSA IMPACIENTE"
La Tortuga y la Mariposa Impaciente
Un día de verano, una tortuga caminaba lentamente por el bosque, disfrutando de la brisa y de cada paso que daba. A su lado volaba una mariposa, que zigzagueaba de flor en flor, siempre apresurada y ansiosa por explorar cada rincón.
—¡Tortuga!— dijo la mariposa con impaciencia. —¿Cómo puedes moverte tan lento? La vida es corta, deberías apresurarte para no perderte nada. Yo ya he recorrido medio bosque mientras tú apenas avanzas unos metros.
La tortuga, tranquila como siempre, sonrió y respondió: —Cada paso que doy me permite ver y apreciar lo que me rodea. No tengo prisa, porque sé que llegaré a donde necesito ir cuando sea el momento.
La mariposa, incapaz de comprender esa calma, se echó a volar con rapidez, decidida a explorar más y más. Sin embargo, al moverse tan rápido, no prestaba atención a los peligros. Al poco tiempo, quedó atrapada en una telaraña invisible tendida entre las ramas.
La tortuga, que había seguido su camino con paciencia, alcanzó el lugar donde la mariposa estaba atrapada. Sin decir una palabra, la ayudó a liberarse.
—A veces, la prisa nos lleva a problemas innecesarios— dijo la tortuga con sabiduría. —Hay que aprender a disfrutar el viaje, no solo el destino.
La mariposa, agradecida y avergonzada, comprendió que a veces la lentitud y la calma son la clave para evitar problemas y disfrutar de la vida.
Moraleja: La prisa puede hacernos pasar por alto los detalles y llevarnos a problemas. La paciencia y la calma nos permiten disfrutar del camino y evitar errores.
FÁBULA " EL GATO Y EL RATÓN PRECAVIDO"
El Gato y el Ratón Precavido
El ratón, tentado por el olor delicioso, se detuvo a observar el queso. Sabía que algo no andaba bien. En ese mismo momento, un gato que había estado observándolo desde las sombras se acercó sigilosamente.
—¡Oh, ratoncito!— dijo el gato con voz suave. —Ese queso se ve delicioso, ¿por qué no lo tomas? No hay nada que temer.
El ratón, aunque estaba hambriento, no se dejó engañar por las palabras del gato.
—¿Por qué estás tan interesado en que yo coma el queso?— preguntó el ratón, sospechando de las verdaderas intenciones del gato.
—Solo quiero que disfrutes de un buen festín— respondió el gato, sonriendo con falsedad.
El ratón, siendo inteligente y precavido, dio un paso atrás y respondió: —Prefiero vivir sin queso que caer en una trampa por no pensar.
El gato, al ver que su plan había fracasado, se fue enfadado, mientras el ratón regresaba a su madriguera, seguro y satisfecho de haber seguido su instinto.
Moraleja: No te dejes llevar por la tentación, a veces lo que parece fácil y atractivo puede esconder un peligro.
Cuento " La Tortuga que Quería Ver las Estrellas"
La Tortuga que Quería Ver las Estrellas
En una tranquila laguna, vivía una pequeña tortuga llamada Lía. A Lía le encantaba observar el cielo, pero había un problema: cada noche, cuando las estrellas aparecían, ya estaba demasiado cansada y se quedaba dormida antes de poder verlas brillar.
—Ojalá pudiera quedarme despierta más tarde —decía Lía suspirando—. Las estrellas deben ser tan hermosas.
Sus amigos, la rana Rolo y el búho Tino, intentaban explicarle lo bonitas que eran las estrellas, pero Lía quería verlas por sí misma.
—No te preocupes, Lía —le decía Rolo—. Mañana te contaré cómo brillaban las estrellas anoche.
Pero eso no era suficiente para Lía. Decidió que, esa noche, haría todo lo posible para no quedarse dormida. Se preparó una cama suave de hojas junto al lago y miró hacia el cielo. Sin embargo, antes de que las primeras estrellas aparecieran, sus ojos comenzaron a cerrarse lentamente, y una vez más, se quedó dormida.
Al día siguiente, frustrada, Lía fue a hablar con Tino, el búho, que siempre estaba despierto por la noche.
—Tino, ¿cómo haces para quedarte despierto y ver las estrellas todas las noches? —preguntó Lía—. He intentado de todo, pero siempre me quedo dormida antes de que aparezcan.
Tino, sabio y paciente, la miró con una sonrisa.
—Cada animal tiene su momento especial del día, pequeña Lía —le dijo Tino—. Para mí, la noche es cuando estoy más activo. Pero tú, que disfrutas del día y la luz del sol, también tienes tus propias maravillas. Mientras tú ves el amanecer y el atardecer, yo duermo y me los pierdo.
Lía se quedó pensando en eso. Nunca había considerado que, mientras ella veía el hermoso cielo al amanecer, Tino dormía en su nido y no podía disfrutar de esos momentos.
Esa tarde, mientras el sol se ponía, Lía decidió observar el cielo con más atención. Vio cómo el cielo cambiaba de color, del azul al anaranjado, y luego al violeta. Los primeros luceros comenzaron a aparecer, y aunque no era un cielo lleno de estrellas, Lía encontró una paz especial en esos momentos entre el día y la noche.
Esa misma noche, cuando Lía se quedó dormida temprano, soñó que volaba entre las estrellas, brillando junto a ellas. Y aunque no pudo verlas despierta, sintió que de alguna manera ya había cumplido su deseo.
Desde entonces, Lía dejó de preocuparse por perderse las estrellas. Descubrió que cada momento del día tiene su propia magia. Mientras el sol brillaba, las nubes formaban figuras y los colores del cielo la maravillaban, ella se daba cuenta de que ya estaba rodeada de belleza, de día y de noche, a su propia manera.
Fin.
CUENTO " EL ELEFANTE QUE QUERÍA SER LIGERO"
El elefante que quería ser ligero
En las amplias llanuras de África vivía un joven elefante llamado Toto. Toto era el más pequeño de su manada, pero aún así, era mucho más grande y pesado que la mayoría de los otros animales que vivían en la sabana. A menudo, veía a las gacelas saltar grácilmente y a los pájaros volar ligeros como el aire. Toto soñaba con poder moverse así, sin hacer tanto ruido ni pisar tan fuerte.
—¡Ojalá pudiera ser ligero como una gacela o un pájaro! —decía Toto—. Siempre que me muevo, hago temblar el suelo.
Un día, mientras Toto caminaba cerca de un lago, se encontró con una cebra llamada Zuri. Zuri, ágil y rápida, bebía agua en silencio, sin apenas hacer ruido.
—Hola, Zuri —dijo Toto, suspirando—. Me gustaría ser tan ligero como tú. Cada vez que camino, todo el mundo me escucha llegar desde lejos.
Zuri sonrió y le respondió:
—Toto, ser ligero tiene sus ventajas, pero tú tienes una fuerza y una presencia que ninguno de nosotros tiene. Cuando tú estás cerca, nos sentimos seguros.
Pero Toto no estaba convencido. Aún deseaba ser más ligero. Esa tarde, mientras descansaba bajo un árbol, una pequeña mariposa colorida aterrizó en su trompa.
—¡Qué suerte tienes de ser tan ligera! —le dijo Toto a la mariposa—. Puedes volar y moverte sin que nadie te note.
La mariposa sonrió suavemente.
—Es cierto, puedo volar, pero soy muy frágil. Un viento fuerte puede arrastrarme, y debo tener mucho cuidado. Tú, en cambio, tienes la fuerza de un elefante. Eres estable y poderoso.
Toto no había pensado en eso. Esa noche, mientras dormía bajo las estrellas, escuchó un ruido fuerte. Unos leones habían llegado al lago y estaban asustando a los animales pequeños, que corrían en todas direcciones. Al ver el caos, Toto decidió actuar. Se levantó, estiró su trompa y, con un fuerte bramido, corrió hacia los leones, moviendo sus enormes patas con firmeza.
Al sentir el suelo temblar bajo sus pies, los leones huyeron rápidamente. Los animales pequeños, que estaban asustados, se acercaron a Toto, agradecidos.
—Gracias, Toto —dijo una pequeña gacela—. Si no fuera por tu fuerza y tu gran tamaño, no habríamos podido asustar a los leones.
Toto sonrió y, en ese momento, comprendió que ser grande y fuerte también tenía su propio valor. Ya no deseaba ser ligero como los demás. Se dio cuenta de que, aunque era diferente, su tamaño y su poder lo hacían especial y necesario para proteger a los animales de la sabana.
Desde entonces, Toto caminaba orgulloso, sabiendo que su gran tamaño no era una desventaja, sino un regalo que lo hacía único.
Fin.
CUENTO " EL CARACOL QUE QUERÍA IR RÁPIDO"
El Caracol que Quería ir Rápido
En un jardín lleno de flores y arbustos, vivía un pequeño caracol llamado Sigi. A Sigi le encantaba explorar, pero había algo que siempre lo frustraba: era demasiado lento. Cada vez que veía a una liebre correr por el campo o a una mariposa revolotear entre las flores, suspiraba de envidia.
—¡Ojalá pudiera ser rápido como ellos! —decía Sigi—. Siempre llego tarde a todos lados.
Una mañana, mientras Sigi se deslizaba lentamente por una hoja, escuchó una risa. Era una lagartija llamada Lino, que lo había visto suspirar.
—¿Por qué estás tan triste, Sigi? —preguntó Lino.
—Desearía poder ir rápido como tú, Lino. Pareces llegar a todas partes en un instante. Yo siempre soy el último en llegar.
Lino sonrió y le dijo:
—La velocidad no es lo más importante, pequeño amigo. A veces, ir despacio te permite ver cosas que los demás no notan.
Sigi no estaba convencido. Quería ser rápido, así que decidió hacer algo al respecto. Intentó deslizándose más rápido de lo normal, pero eso lo cansó mucho y apenas había avanzado unos centímetros más. Triste y agotado, decidió tomarse un descanso bajo una gran hoja.
Mientras descansaba, una abeja llamada Zoe pasó zumbando.
—¿Qué haces aquí tan quieto, Sigi? —preguntó Zoe.
—Estoy tratando de ser más rápido, pero no importa cuánto lo intente, sigo siendo un caracol lento —contestó Sigi con tristeza.
Zoe, que tenía una gran sonrisa, se posó sobre una flor cercana y le dijo:
—Yo vuelo rápido, es cierto, pero mientras vas despacio, puedes observar todas las pequeñas maravillas del jardín. A veces me pierdo de ver lo hermoso que es todo por ir tan rápido. ¿Qué has visto tú hoy?
Sigi se quedó pensando. Aunque no había llegado muy lejos, en su lento camino había notado detalles que antes no había considerado: las gotas de rocío que brillaban en las hojas, los pequeños insectos escondidos en las flores y el delicado movimiento de las hormigas llevando comida.
De repente, Sigi se dio cuenta de que tal vez Lino y Zoe tenían razón. Ir despacio le permitía ver y disfrutar cosas que los demás, al ir tan rápido, pasaban por alto.
Con una nueva actitud, Sigi decidió que ya no intentaría ser rápido. En lugar de eso, aprovecharía su tiempo para disfrutar cada pequeño detalle del jardín. Y aunque seguía siendo el último en llegar, se convirtió en el caracol más feliz, porque en su lenta travesía, descubría la belleza del mundo a su alrededor.
Fin.
CUENTO " LA ABEJA QUE NO QUERIA TRABAJAR"
La Abeja que No Quería Trabajar
—¿Por qué tengo que trabajar todo el día? —se quejaba Bibi—. ¡Hay tantas cosas hermosas por ver!
Sus amigas abejas, ocupadas volando de una flor a otra, siempre le decían:
—Bibi, el trabajo de las abejas es muy importante. Gracias a nosotras, las flores crecen, el campo florece y hacemos miel para la colmena. ¡Todo tiene un propósito!
Pero Bibi no estaba convencida. Pensaba que la vida era demasiado corta para pasarla trabajando todo el tiempo. Así que, un día, decidió dejar de recolectar néctar y se fue a pasear por el campo, lejos de la colmena.
Al principio, todo era maravilloso. Bibi disfrutaba del sol, del viento y del aroma de las flores. Se sentía libre. Pero al cabo de unos días, las flores comenzaron a marchitarse, y el campo que antes estaba lleno de vida empezó a verse más apagado.
Bibi, preocupada, volvió a la colmena y se encontró con que las otras abejas también estaban preocupadas. La miel empezaba a escasear y las flores no florecían como antes.
—¿Qué está pasando? —preguntó Bibi, sorprendida.
Una abeja mayor, llamada Reina Zafira, le explicó:
—Cuando las abejas no hacen su trabajo, las flores dejan de ser polinizadas, y sin polinización, no pueden seguir creciendo. El campo y la colmena dependen de nuestro esfuerzo.
Bibi se sintió culpable. No había comprendido lo importante que era su trabajo hasta que vio los efectos de no hacerlo. Entonces, decidió corregir su error. Volvió a volar de flor en flor, recolectando néctar y llevando polen de una planta a otra.
Con el tiempo, el campo volvió a llenarse de flores coloridas, y la colmena volvió a producir miel dulce y abundante. Bibi se dio cuenta de que, aunque trabajar podía ser agotador, su esfuerzo hacía una gran diferencia. Y, además, trabajando en equipo con sus amigas abejas, todo era más divertido.
Desde ese día, Bibi encontró un equilibrio. Seguía admirando las nubes y el cielo, pero también comprendió que su trabajo como abeja era valioso y esencial para el bienestar de todos.
Fin.
CUENTO " EL PEZ QUE SOÑABA CON VER EL BOSQUE"
El Pez que Soñaba con Ver el Bosque
En lo profundo de un río cristalino, vivía un pequeño pez llamado Nico. A Nico le encantaba nadar entre las piedras y las plantas acuáticas, pero tenía un gran sueño: quería saber cómo era el bosque que estaba más allá del río. Había escuchado historias sobre árboles enormes, pájaros que cantaban y flores de colores brillantes.
Pero los peces no podían salir del agua, y eso hacía que el sueño de Nico pareciera imposible.
Un día, Nico conoció a una rana llamada Rita, que saltaba entre las piedras del río.
—¡Hola, Rita! —dijo Nico emocionado—. ¿Cómo es el bosque allá afuera? Siempre he querido verlo.
Rita, sorprendida, le respondió:
—Oh, el bosque es hermoso. Hay muchos árboles altos, y el viento sopla entre las hojas. Los pájaros vuelan por todas partes, y el aire está lleno de olores frescos. Pero, ¿por qué preguntas, Nico? Los peces como tú no pueden salir del agua.
Nico se sintió un poco triste al escuchar eso, pero no se rindió. Quería encontrar una manera de cumplir su sueño. Al día siguiente, mientras nadaba cerca de la orilla, una libélula llamada Luna pasó volando.
—Hola, Luna —saludó Nico—. ¿Crees que algún día podría ver el bosque?
Luna, que era muy sabia, sonrió.
—Hay muchas maneras de ver el mundo, pequeño Nico. Tal vez no puedas salir del agua, pero el río y el bosque están conectados. Lo que hay en el bosque termina aquí en el agua. Solo necesitas prestar atención.
Nico no entendía del todo lo que Luna quería decir, pero decidió observar más detenidamente. Con el tiempo, empezó a notar cosas que antes no había visto: hojas de árboles que caían al río, flores que flotaban sobre el agua y, a veces, incluso ramas pequeñas que traían el aroma del bosque. El río traía consigo un pedacito del bosque que tanto anhelaba.
Una tarde, después de una gran tormenta, el río se llenó de colores. Flores y hojas caídas del bosque cubrían la superficie del agua, y el aire se sentía fresco y lleno de vida. Nico nadó entre ellas, maravillado, dándose cuenta de que, en su propio hogar, podía experimentar el bosque de una manera única.
Entonces comprendió lo que Luna le había dicho: aunque no podía salir del río, el bosque venía hasta él.
Desde ese día, Nico ya no deseaba más ir al bosque. Había aprendido a ver su belleza en cada rincón del río, en las hojas, las flores y los sonidos que llegaban hasta él. Y cada vez que una brisa soplaba desde el bosque, Nico sonreía, sabiendo que su sueño de ver el bosque se cumplía en pequeñas y hermosas maneras.
Fin.
CUENTO "LA JIRAFA QUE QIERÍA SER BAJA"
La Jirafa que Quería Ser Baja
En la vasta sabana africana, vivía una joven jirafa llamada Gina. Gina era alta, incluso más alta que las otras jirafas de su manada. Aunque sus largas patas y su largo cuello le permitían alcanzar las hojas más altas de los árboles, Gina no estaba contenta.
—¡Ojalá fuera más baja! —se quejaba Gina—. Todo el mundo me ve desde lejos, y cuando jugamos a escondernos, siempre me encuentran primero.
Sus amigos, los monos, los elefantes y las cebras, intentaban animarla.
—Pero Gina, ¡ser alta es increíble! —le decía Max, un mono travieso—. Puedes ver todo lo que sucede desde lo alto, y siempre nos ayudas a encontrar fruta en los árboles.
Pero Gina no estaba convencida. Quería ser como los demás animales, más pequeña y ágil, para poder correr y esconderse sin que la vieran.
Un día, mientras Gina paseaba por la sabana, conoció a un pequeño suricata llamado Suri. Suri era muy rápido y pequeño, y se deslizaba fácilmente entre los arbustos sin ser visto. Gina lo observó con envidia.
—Desearía ser como tú, Suri —dijo Gina—. Eres tan pequeño y nadie puede encontrarte cuando te escondes.
Suri se rió y miró a Gina.
—¿En serio? ¡Yo daría lo que fuera por ser alto como tú! —dijo Suri—. Cuando llega la estación de las lluvias, el pasto crece tanto que a veces no puedo ver nada. ¡No imaginas cuántas veces me he perdido porque soy demasiado bajo!
Gina se sorprendió al escuchar eso. Nunca había pensado que ser pequeño también podría ser un problema.
—¿De verdad te gustaría ser más alto? —preguntó Gina.
—¡Por supuesto! —dijo Suri—. Si fuera alto como tú, podría ver más allá del pasto y encontrar a mi familia rápidamente.
Esa noche, Gina reflexionó sobre lo que Suri le había dicho. Quizás, en lugar de desear ser más baja, debería apreciar lo que su altura le ofrecía. Al día siguiente, Gina decidió probar algo nuevo. Usó su altura para ayudar a los animales más pequeños, como Suri, guiándolos a través de la sabana y señalando los peligros desde lo alto. Sus amigos se dieron cuenta de lo útil que era tener a Gina a su lado.
Con el tiempo, Gina dejó de desear ser más baja. Comprendió que todos los animales tienen habilidades especiales, y la suya era su increíble altura. Gracias a ella, podía ver más allá del horizonte y proteger a sus amigos.
Y así, Gina se convirtió en la jirafa más feliz de la sabana, sabiendo que su altura no solo la hacía única, sino también importante para los demás.
Fin.
CUENTO " EL PINGÜINO QUE QUERÍA VOLAR"
El Pingüino que Quería Volar
En lo más frío de la Antártida, vivía un pingüino llamado Pipo. A Pipo le encantaba deslizarse por el hielo y nadar en las aguas heladas, pero tenía un gran deseo: quería volar como las aves que veía pasar por el cielo. Cada vez que veía a una gaviota o un albatros surcar los cielos, Pipo se llenaba de asombro.
—¿Por qué no puedo volar como ellas? —se preguntaba Pipo—. ¡Tengo alas, pero no me llevan al cielo!
Sus amigos pingüinos se reían un poco de él.
—¡Los pingüinos no vuelan, Pipo! —decían riendo—. ¡Nosotros nadamos!
Pero Pipo no se rendía. Un día, decidió intentar algo nuevo. Se subió a una colina de nieve, abrió sus alas y saltó, moviéndolas con todas sus fuerzas. Pero en lugar de elevarse hacia el cielo, cayó rodando por la colina hasta aterrizar en un montón de nieve.
Un petrel, que lo había visto desde el aire, se posó junto a él.
—¿Estás bien, pequeño pingüino? —preguntó el petrel—. ¿Por qué intentabas volar?
—Quiero volar como tú —dijo Pipo con tristeza—, pero mis alas no son lo suficientemente fuertes.
El petrel lo miró con amabilidad y dijo:
—No todos estamos hechos para lo mismo, Pipo. Tú no puedes volar por el cielo, pero tienes algo que yo no tengo: ¡eres un nadador increíble! Mientras yo solo puedo volar sobre el agua, tú puedes sumergirte en ella y explorar un mundo al que yo nunca podré ir.
Pipo se quedó pensando. Nunca había visto su habilidad para nadar de esa manera. Así que, al día siguiente, decidió concentrarse en lo que sí podía hacer. Se zambulló en el océano, nadó entre peces brillantes y esquivó focas mientras jugaba entre las olas.
Mientras exploraba las profundidades del mar, se dio cuenta de que allí, debajo del agua, era tan libre como las aves en el cielo. Pipo se sentía ligero y ágil, y descubrió que su mundo submarino era tan emocionante como el cielo.
Cuando salió del agua, Pipo ya no deseaba volar. Se dio cuenta de que cada criatura tiene su propia manera de ser especial. Mientras los pájaros volaban en el aire, él reinaba en las profundidades del océano.
Y desde ese día, Pipo fue el pingüino más feliz, sabiendo que, aunque no podía volar, podía hacer cosas increíbles a su manera.
Fin.
CUENTO " LA ESTRELLA QUE QUERÍA BRILLAR"
"La Estrella que Quería Brillar"
En el cielo nocturno, muy lejos de la Tierra, vivía una pequeña estrella llamada Estelita. Cada noche, Estelita observaba a las estrellas más grandes y brillantes a su alrededor, deseando poder brillar con tanta fuerza como ellas. Aunque ella emitía un pequeño resplandor, nunca parecía ser lo suficientemente brillante para destacar en el vasto cielo.
—Si tan solo pudiera brillar como la Gran Estrella del Norte —suspiraba Estelita—, entonces todos me notarían.
Una noche, mientras observaba a las estrellas mayores iluminar el firmamento, una cometa brillante pasó a su lado, dejando una estela de luz dorada.
—¿Por qué estás tan triste, pequeña estrella? —preguntó la cometa.
—Quiero brillar más fuerte —respondió Estelita—. Quiero que todos me vean, pero soy tan pequeña que nadie se fija en mí.
La cometa se detuvo y sonrió.
—No todas las estrellas deben brillar de la misma manera. Cada una tiene su propia luz, y hay un lugar en el cielo donde tu brillo será único y especial. Solo necesitas encontrar tu momento.
Estelita no entendía del todo lo que la cometa quería decir, pero decidió ser paciente. Así, noche tras noche, siguió brillando como siempre lo hacía, aunque sentía que su luz no era suficiente.
Unos días después, una gran tormenta se desató en la Tierra. Los rayos iluminaban el cielo y las nubes cubrían la mayoría de las estrellas, haciendo que todo se viera oscuro y aterrador. Fue entonces cuando una pequeña niña, perdida en medio de la tormenta, levantó la vista hacia el cielo, buscando alguna señal de esperanza.
Entre las nubes oscuras, una pequeña luz parpadeó. Era Estelita, que con su modesto brillo, lograba atravesar las densas nubes.
La niña siguió la luz de Estelita hasta encontrar el camino de regreso a su casa. Al llegar a salvo, la niña miró al cielo y sonrió.
—Gracias, pequeña estrella, por guiarme —susurró la niña.
Esa noche, Estelita se dio cuenta de que, aunque su luz no era la más brillante, era suficiente para hacer algo importante. No necesitaba compararse con las demás estrellas; su brillo, pequeño pero constante, había sido justo lo que alguien necesitaba.
Y desde entonces, Estelita nunca volvió a dudar de su valor. Sabía que todas las estrellas, grandes o pequeñas, tienen su propio momento para brillar.
Fin.
CUENTO " EL RATÓN Y EL LEÓN VALIENTE"
"El Ratón y el León Valiente"
Un día, mientras Tito exploraba en busca de comida, escuchó un rugido fuerte. Curioso, siguió el sonido y encontró al gran león atrapado en una red que los cazadores habían dejado.
—¡Ayuda! —rugió el león—. ¡Estoy atrapado!
Tito, aunque tembloroso, decidió acercarse.
—¿Te encuentras bien, señor León? —preguntó Tito con voz temblorosa.
El león lo miró sorprendido.
—Pequeño ratón, no creo que puedas ayudarme. Esta red es demasiado fuerte —dijo el león, resignado.
Pero Tito no se rindió. Recordó cómo su madre le había dicho que a veces, la valentía no dependía del tamaño, sino de las acciones. Así que, con sus pequeños dientes afilados, comenzó a roer la cuerda de la red. Poco a poco, con mucho esfuerzo, logró hacer un agujero lo suficientemente grande para liberar al león.
El león, impresionado, se levantó libre de la trampa.
—No puedo creerlo, ¡me has salvado! —dijo el león, maravillado—. Eres más valiente de lo que crees, pequeño Tito.
Tito sonrió tímidamente.
—Solo hice lo que pude —respondió.
—Tu valentía me ha enseñado algo importante —dijo el león—. No importa cuán pequeño seas, puedes hacer cosas grandes si tienes el coraje para intentarlo.
Desde ese día, Tito y el león se convirtieron en grandes amigos. El león siempre recordaba con gratitud cómo un pequeño ratón lo había salvado, y Tito se sentía orgulloso de haber demostrado que, a veces, el valor no se mide por el tamaño.
Fin.
CUENTO "LILA Y LA FLOR DEL ARCOIRIS"
Lila y la Flor del Arcoíris
En un pequeño pueblo rodeado de colinas, vivía una niña llamada Lila. Tenía el cabello del color del sol al amanecer y una sonrisa que iluminaba a todos a su alrededor. Lila amaba las flores y pasaba horas en el jardín de su abuela, cuidando cada planta con cariño.
Un día, la abuela le contó una historia especial:
—Hace mucho tiempo, en lo más profundo del bosque, crece una flor muy rara llamada la Flor del Arcoíris. Dicen que quien la encuentre podrá pedir un deseo, pero la flor solo aparece después de una tormenta.
Lila quedó fascinada con la historia y decidió que encontraría esa flor. Así que, cada vez que llovía, salía corriendo al bosque en busca de la Flor del Arcoíris. Durante semanas, después de cada tormenta, Lila exploraba todos los rincones, pero no la encontraba.
Un día, después de una gran tormenta, Lila caminaba bajo el sol que recién salía, formando un arcoíris brillante en el cielo. Estaba a punto de rendirse cuando vio algo especial en la distancia: un resplandor de colores en medio de los árboles. ¡Era la Flor del Arcoíris!
Con el corazón latiendo de emoción, Lila corrió hacia la flor y la encontró en una pequeña colina. Era aún más hermosa de lo que imaginaba, con pétalos que brillaban en todos los colores del arcoíris.
—Ahora debo pedir mi deseo —pensó Lila.
Cerró los ojos y pensó en todo lo que quería, pero luego recordó cuánto amaba cuidar su jardín con su abuela y cómo se sentía feliz con lo que ya tenía. Así que, en lugar de pedir algo para ella, Lila deseó que la flor nunca se marchitara, para que más personas pudieran encontrarla y ser felices también.
Desde ese día, la Flor del Arcoíris floreció en el bosque después de cada tormenta, y todos los que la encontraban sentían la magia de su brillo. Lila aprendió que a veces, los mejores deseos son aquellos que compartimos con los demás.
Fin.
CUENTO "EL DRAGÓN QUE NO SABIA VOLAR"
El Dragón que No Sabía Volar
En lo alto de una montaña cubierta de flores, vivía un pequeño dragón llamado Draco. A diferencia de los otros dragones, Draco no sabía volar. Sus alas eran fuertes, pero cada vez que intentaba alzarse, terminaba en el suelo rodando entre risas.
—No te preocupes —le decía su mamá—, volar no es fácil, pero cuando estés listo, lo lograrás.
Sin embargo, Draco empezaba a sentir que jamás lo conseguiría. Miraba a sus amigos dragones surcar el cielo y deseaba estar allá arriba con ellos. Una tarde, mientras descansaba junto a un arroyo, un sabio búho llamado Olmo se posó en una rama cercana.
—¿Por qué estás triste, pequeño Draco? —preguntó el búho.
—No sé volar —respondió Draco—. He intentado muchas veces, pero siempre me caigo.
Olmo, con su voz serena, le dijo:
—A veces, lo que parece difícil solo requiere un cambio de perspectiva. ¿Has intentado volar desde el suelo, o desde lo alto de una colina?
Draco se quedó pensando. Siempre había intentado volar desde el suelo, pero nunca había considerado intentarlo desde un lugar más alto.
Al día siguiente, Draco decidió probar algo nuevo. Subió hasta la cima de la montaña más alta del valle, donde las nubes parecían estar al alcance de su mano. Su corazón latía con fuerza, pero recordó las palabras de Olmo.
Tomó aire profundamente, extendió sus alas, y con un gran salto, se lanzó al vacío. Al principio, el viento le dio miedo, pero poco a poco, sus alas comenzaron a batir con fuerza y, para su sorpresa, ¡estaba volando!
Draco se sintió libre y feliz. Desde ese día, volaba por los cielos cada vez con más confianza, y comprendió que a veces solo necesitamos ver las cosas desde un ángulo diferente para lograr lo que parece imposible.
Fin.
CUENTO "COCO Y LAS MANZANAS DORADAS"
Coco y las Manzanas Doradas
Había una vez en un bosque mágico, un pequeño conejo llamado Coco, que vivía debajo de un enorme árbol de manzanas doradas. Coco era muy curioso y le encantaba explorar cada rincón del bosque, pero había una cosa que nunca había logrado: alcanzar las manzanas doradas que colgaban en lo alto del árbol. Aunque saltaba lo más alto que podía, siempre quedaban fuera de su alcance.
Un día, mientras paseaba cerca del lago, Coco se encontró con una tortuga llamada Tina, que caminaba despacio hacia el agua.
—Hola, Tina —saludó Coco—, ¿cómo haces para ser tan tranquila y paciente todo el tiempo?
Tina sonrió y respondió:
—Todo en la vida tiene su tiempo, Coco. Si quieres algo con todo tu corazón, con paciencia y esfuerzo lo lograrás.
Coco pensó en las palabras de Tina mientras regresaba a casa. Al día siguiente, decidió intentarlo de nuevo, pero esta vez lo haría diferente. No intentaría saltar más alto, sino que buscaría una manera más creativa de alcanzar las manzanas.
Primero, pidió ayuda a sus amigos del bosque. La ardilla Sara, que era muy rápida y ágil, trepó al árbol, pero las ramas eran demasiado resbaladizas para ella. Luego, el búho Sabio le sugirió hacer una torre con piedras, pero ninguna de ellas era lo suficientemente alta.
Coco no se rindió. Recordó las palabras de Tina y decidió intentar algo diferente: construyó una escalera con ramas y hojas que encontraba por el bosque. Trabajó duro, poco a poco, y con mucha paciencia.
Después de varios días de trabajo, finalmente su escalera estaba lista. Coco subió con cuidado y, al llegar a la cima, ¡por fin alcanzó las manzanas doradas! Estaban tan dulces y jugosas como había imaginado.
Lleno de orgullo, Coco compartió las manzanas con todos sus amigos. Aprendió que con paciencia y trabajo en equipo, los sueños se pueden hacer realidad.
Y así, Coco siguió explorando el bosque, siempre recordando la lección de la tortuga Tina: todo llega a su tiempo.
Fin.