La Tortuga y la Mariposa Impaciente
Un día de verano, una tortuga caminaba lentamente por el bosque, disfrutando de la brisa y de cada paso que daba. A su lado volaba una mariposa, que zigzagueaba de flor en flor, siempre apresurada y ansiosa por explorar cada rincón.
—¡Tortuga!— dijo la mariposa con impaciencia. —¿Cómo puedes moverte tan lento? La vida es corta, deberías apresurarte para no perderte nada. Yo ya he recorrido medio bosque mientras tú apenas avanzas unos metros.
La tortuga, tranquila como siempre, sonrió y respondió: —Cada paso que doy me permite ver y apreciar lo que me rodea. No tengo prisa, porque sé que llegaré a donde necesito ir cuando sea el momento.
La mariposa, incapaz de comprender esa calma, se echó a volar con rapidez, decidida a explorar más y más. Sin embargo, al moverse tan rápido, no prestaba atención a los peligros. Al poco tiempo, quedó atrapada en una telaraña invisible tendida entre las ramas.
La tortuga, que había seguido su camino con paciencia, alcanzó el lugar donde la mariposa estaba atrapada. Sin decir una palabra, la ayudó a liberarse.
—A veces, la prisa nos lleva a problemas innecesarios— dijo la tortuga con sabiduría. —Hay que aprender a disfrutar el viaje, no solo el destino.
La mariposa, agradecida y avergonzada, comprendió que a veces la lentitud y la calma son la clave para evitar problemas y disfrutar de la vida.
Moraleja: La prisa puede hacernos pasar por alto los detalles y llevarnos a problemas. La paciencia y la calma nos permiten disfrutar del camino y evitar errores.