La Abeja que No Quería Trabajar
—¿Por qué tengo que trabajar todo el día? —se quejaba Bibi—. ¡Hay tantas cosas hermosas por ver!
Sus amigas abejas, ocupadas volando de una flor a otra, siempre le decían:
—Bibi, el trabajo de las abejas es muy importante. Gracias a nosotras, las flores crecen, el campo florece y hacemos miel para la colmena. ¡Todo tiene un propósito!
Pero Bibi no estaba convencida. Pensaba que la vida era demasiado corta para pasarla trabajando todo el tiempo. Así que, un día, decidió dejar de recolectar néctar y se fue a pasear por el campo, lejos de la colmena.
Al principio, todo era maravilloso. Bibi disfrutaba del sol, del viento y del aroma de las flores. Se sentía libre. Pero al cabo de unos días, las flores comenzaron a marchitarse, y el campo que antes estaba lleno de vida empezó a verse más apagado.
Bibi, preocupada, volvió a la colmena y se encontró con que las otras abejas también estaban preocupadas. La miel empezaba a escasear y las flores no florecían como antes.
—¿Qué está pasando? —preguntó Bibi, sorprendida.
Una abeja mayor, llamada Reina Zafira, le explicó:
—Cuando las abejas no hacen su trabajo, las flores dejan de ser polinizadas, y sin polinización, no pueden seguir creciendo. El campo y la colmena dependen de nuestro esfuerzo.
Bibi se sintió culpable. No había comprendido lo importante que era su trabajo hasta que vio los efectos de no hacerlo. Entonces, decidió corregir su error. Volvió a volar de flor en flor, recolectando néctar y llevando polen de una planta a otra.
Con el tiempo, el campo volvió a llenarse de flores coloridas, y la colmena volvió a producir miel dulce y abundante. Bibi se dio cuenta de que, aunque trabajar podía ser agotador, su esfuerzo hacía una gran diferencia. Y, además, trabajando en equipo con sus amigas abejas, todo era más divertido.
Desde ese día, Bibi encontró un equilibrio. Seguía admirando las nubes y el cielo, pero también comprendió que su trabajo como abeja era valioso y esencial para el bienestar de todos.
Fin.