CUENTO " EL CARACOL QUE QUERÍA IR RÁPIDO"

 El Caracol que Quería ir Rápido


En un jardín lleno de flores y arbustos, vivía un pequeño caracol llamado Sigi. A Sigi le encantaba explorar, pero había algo que siempre lo frustraba: era demasiado lento. Cada vez que veía a una liebre correr por el campo o a una mariposa revolotear entre las flores, suspiraba de envidia.

—¡Ojalá pudiera ser rápido como ellos! —decía Sigi—. Siempre llego tarde a todos lados.

Una mañana, mientras Sigi se deslizaba lentamente por una hoja, escuchó una risa. Era una lagartija llamada Lino, que lo había visto suspirar.

—¿Por qué estás tan triste, Sigi? —preguntó Lino.

—Desearía poder ir rápido como tú, Lino. Pareces llegar a todas partes en un instante. Yo siempre soy el último en llegar.

Lino sonrió y le dijo:

—La velocidad no es lo más importante, pequeño amigo. A veces, ir despacio te permite ver cosas que los demás no notan.

Sigi no estaba convencido. Quería ser rápido, así que decidió hacer algo al respecto. Intentó deslizándose más rápido de lo normal, pero eso lo cansó mucho y apenas había avanzado unos centímetros más. Triste y agotado, decidió tomarse un descanso bajo una gran hoja.

Mientras descansaba, una abeja llamada Zoe pasó zumbando.

—¿Qué haces aquí tan quieto, Sigi? —preguntó Zoe.

—Estoy tratando de ser más rápido, pero no importa cuánto lo intente, sigo siendo un caracol lento —contestó Sigi con tristeza.

Zoe, que tenía una gran sonrisa, se posó sobre una flor cercana y le dijo:

—Yo vuelo rápido, es cierto, pero mientras vas despacio, puedes observar todas las pequeñas maravillas del jardín. A veces me pierdo de ver lo hermoso que es todo por ir tan rápido. ¿Qué has visto tú hoy?

Sigi se quedó pensando. Aunque no había llegado muy lejos, en su lento camino había notado detalles que antes no había considerado: las gotas de rocío que brillaban en las hojas, los pequeños insectos escondidos en las flores y el delicado movimiento de las hormigas llevando comida.

De repente, Sigi se dio cuenta de que tal vez Lino y Zoe tenían razón. Ir despacio le permitía ver y disfrutar cosas que los demás, al ir tan rápido, pasaban por alto.

Con una nueva actitud, Sigi decidió que ya no intentaría ser rápido. En lugar de eso, aprovecharía su tiempo para disfrutar cada pequeño detalle del jardín. Y aunque seguía siendo el último en llegar, se convirtió en el caracol más feliz, porque en su lenta travesía, descubría la belleza del mundo a su alrededor.

Fin.