CUENTO " EL ELEFANTE QUE QUERÍA SER LIGERO"

 El elefante que quería ser ligero

En las amplias llanuras de África vivía un joven elefante llamado Toto. Toto era el más pequeño de su manada, pero aún así, era mucho más grande y pesado que la mayoría de los otros animales que vivían en la sabana. A menudo, veía a las gacelas saltar grácilmente y a los pájaros volar ligeros como el aire. Toto soñaba con poder moverse así, sin hacer tanto ruido ni pisar tan fuerte.

—¡Ojalá pudiera ser ligero como una gacela o un pájaro! —decía Toto—. Siempre que me muevo, hago temblar el suelo.

Un día, mientras Toto caminaba cerca de un lago, se encontró con una cebra llamada Zuri. Zuri, ágil y rápida, bebía agua en silencio, sin apenas hacer ruido.

—Hola, Zuri —dijo Toto, suspirando—. Me gustaría ser tan ligero como tú. Cada vez que camino, todo el mundo me escucha llegar desde lejos.

Zuri sonrió y le respondió:

—Toto, ser ligero tiene sus ventajas, pero tú tienes una fuerza y una presencia que ninguno de nosotros tiene. Cuando tú estás cerca, nos sentimos seguros.

Pero Toto no estaba convencido. Aún deseaba ser más ligero. Esa tarde, mientras descansaba bajo un árbol, una pequeña mariposa colorida aterrizó en su trompa.

—¡Qué suerte tienes de ser tan ligera! —le dijo Toto a la mariposa—. Puedes volar y moverte sin que nadie te note.

La mariposa sonrió suavemente.

—Es cierto, puedo volar, pero soy muy frágil. Un viento fuerte puede arrastrarme, y debo tener mucho cuidado. Tú, en cambio, tienes la fuerza de un elefante. Eres estable y poderoso.

Toto no había pensado en eso. Esa noche, mientras dormía bajo las estrellas, escuchó un ruido fuerte. Unos leones habían llegado al lago y estaban asustando a los animales pequeños, que corrían en todas direcciones. Al ver el caos, Toto decidió actuar. Se levantó, estiró su trompa y, con un fuerte bramido, corrió hacia los leones, moviendo sus enormes patas con firmeza.

Al sentir el suelo temblar bajo sus pies, los leones huyeron rápidamente. Los animales pequeños, que estaban asustados, se acercaron a Toto, agradecidos.

—Gracias, Toto —dijo una pequeña gacela—. Si no fuera por tu fuerza y tu gran tamaño, no habríamos podido asustar a los leones.

Toto sonrió y, en ese momento, comprendió que ser grande y fuerte también tenía su propio valor. Ya no deseaba ser ligero como los demás. Se dio cuenta de que, aunque era diferente, su tamaño y su poder lo hacían especial y necesario para proteger a los animales de la sabana.

Desde entonces, Toto caminaba orgulloso, sabiendo que su gran tamaño no era una desventaja, sino un regalo que lo hacía único.

Fin.

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