Coco y las Manzanas Doradas
Había una vez en un bosque mágico, un pequeño conejo llamado Coco, que vivía debajo de un enorme árbol de manzanas doradas. Coco era muy curioso y le encantaba explorar cada rincón del bosque, pero había una cosa que nunca había logrado: alcanzar las manzanas doradas que colgaban en lo alto del árbol. Aunque saltaba lo más alto que podía, siempre quedaban fuera de su alcance.
Un día, mientras paseaba cerca del lago, Coco se encontró con una tortuga llamada Tina, que caminaba despacio hacia el agua.
—Hola, Tina —saludó Coco—, ¿cómo haces para ser tan tranquila y paciente todo el tiempo?
Tina sonrió y respondió:
—Todo en la vida tiene su tiempo, Coco. Si quieres algo con todo tu corazón, con paciencia y esfuerzo lo lograrás.
Coco pensó en las palabras de Tina mientras regresaba a casa. Al día siguiente, decidió intentarlo de nuevo, pero esta vez lo haría diferente. No intentaría saltar más alto, sino que buscaría una manera más creativa de alcanzar las manzanas.
Primero, pidió ayuda a sus amigos del bosque. La ardilla Sara, que era muy rápida y ágil, trepó al árbol, pero las ramas eran demasiado resbaladizas para ella. Luego, el búho Sabio le sugirió hacer una torre con piedras, pero ninguna de ellas era lo suficientemente alta.
Coco no se rindió. Recordó las palabras de Tina y decidió intentar algo diferente: construyó una escalera con ramas y hojas que encontraba por el bosque. Trabajó duro, poco a poco, y con mucha paciencia.
Después de varios días de trabajo, finalmente su escalera estaba lista. Coco subió con cuidado y, al llegar a la cima, ¡por fin alcanzó las manzanas doradas! Estaban tan dulces y jugosas como había imaginado.
Lleno de orgullo, Coco compartió las manzanas con todos sus amigos. Aprendió que con paciencia y trabajo en equipo, los sueños se pueden hacer realidad.
Y así, Coco siguió explorando el bosque, siempre recordando la lección de la tortuga Tina: todo llega a su tiempo.
Fin.