"La Estrella que Quería Brillar"
En el cielo nocturno, muy lejos de la Tierra, vivía una pequeña estrella llamada Estelita. Cada noche, Estelita observaba a las estrellas más grandes y brillantes a su alrededor, deseando poder brillar con tanta fuerza como ellas. Aunque ella emitía un pequeño resplandor, nunca parecía ser lo suficientemente brillante para destacar en el vasto cielo.
—Si tan solo pudiera brillar como la Gran Estrella del Norte —suspiraba Estelita—, entonces todos me notarían.
Una noche, mientras observaba a las estrellas mayores iluminar el firmamento, una cometa brillante pasó a su lado, dejando una estela de luz dorada.
—¿Por qué estás tan triste, pequeña estrella? —preguntó la cometa.
—Quiero brillar más fuerte —respondió Estelita—. Quiero que todos me vean, pero soy tan pequeña que nadie se fija en mí.
La cometa se detuvo y sonrió.
—No todas las estrellas deben brillar de la misma manera. Cada una tiene su propia luz, y hay un lugar en el cielo donde tu brillo será único y especial. Solo necesitas encontrar tu momento.
Estelita no entendía del todo lo que la cometa quería decir, pero decidió ser paciente. Así, noche tras noche, siguió brillando como siempre lo hacía, aunque sentía que su luz no era suficiente.
Unos días después, una gran tormenta se desató en la Tierra. Los rayos iluminaban el cielo y las nubes cubrían la mayoría de las estrellas, haciendo que todo se viera oscuro y aterrador. Fue entonces cuando una pequeña niña, perdida en medio de la tormenta, levantó la vista hacia el cielo, buscando alguna señal de esperanza.
Entre las nubes oscuras, una pequeña luz parpadeó. Era Estelita, que con su modesto brillo, lograba atravesar las densas nubes.
La niña siguió la luz de Estelita hasta encontrar el camino de regreso a su casa. Al llegar a salvo, la niña miró al cielo y sonrió.
—Gracias, pequeña estrella, por guiarme —susurró la niña.
Esa noche, Estelita se dio cuenta de que, aunque su luz no era la más brillante, era suficiente para hacer algo importante. No necesitaba compararse con las demás estrellas; su brillo, pequeño pero constante, había sido justo lo que alguien necesitaba.
Y desde entonces, Estelita nunca volvió a dudar de su valor. Sabía que todas las estrellas, grandes o pequeñas, tienen su propio momento para brillar.
Fin.