El Elefante que Quería Volar
Había una vez en la sabana africana un elefantito llamado Elio. Elio era un elefante pequeño pero soñador, y tenía un gran deseo: quería volar. Cada día veía a los pájaros surcar el cielo, y se imaginaba a sí mismo elevándose entre las nubes, con las orejas extendidas como alas.
Un día, decidió que ya era hora de cumplir su sueño. Se acercó a su amigo Paco, un pequeño pájaro tejedor, y le dijo:
—¡Paco, quiero volar! ¿Me puedes enseñar?
Paco lo miró con asombro y le respondió:
—Elio, tú eres un elefante. Los elefantes no vuelan, pero te ayudaré a intentarlo.
Paco llevó a Elio al acantilado más alto de la sabana. Desde allí, el viento soplaba con fuerza, y Paco pensó que tal vez, con un salto y un poco de ayuda, Elio podría alzar vuelo.
—Ahora, Elio, cuando te diga, abre bien las orejas y salta con todas tus fuerzas —dijo Paco.
Elio, emocionado, abrió sus grandes orejas y dio un salto lo más alto que pudo. Sin embargo, en lugar de volar, Elio cayó rodando por la colina hasta llegar al suelo, levantando una nube de polvo.
Paco voló rápidamente hacia él, preocupado.
—¿Estás bien, Elio? —preguntó.
Elio, un poco mareado pero ileso, se levantó y sacudió el polvo de su piel.
—Creo que volar no es lo mío, Paco —dijo con una sonrisa.
Paco asintió con alivio y le contestó:
—Pero sabes, Elio, no necesitas volar para ser especial. Eres fuerte, amable y tienes un gran corazón. Esas son cualidades que ningún pájaro tiene.
Elio sonrió y miró a su amigo.
—Tienes razón, Paco. No necesito volar para ser feliz. Me gusta ser un elefante.
Desde entonces, Elio dejó de soñar con volar y empezó a disfrutar de lo que realmente era: un elefante que podía hacer muchas cosas maravillosas. Descubrió que podía ayudar a sus amigos, mover grandes troncos y disfrutar de los baños en el río con su familia.
Y así, Elio aprendió que no siempre necesitamos ser algo diferente para ser especiales. A veces, ser nosotros mismos es lo mejor que podemos ser.
Fin.