FÁBULA " EL RATÓN Y LA RANA IMPULSIVA"

 El Ratón y la Rana Impulsiva

En un pequeño arroyo vivían un ratón y una rana. Aunque venían de mundos diferentes, se conocían desde hacía tiempo. La rana, siempre inquieta y llena de energía, era conocida por su impulsividad, mientras que el ratón, más tranquilo, prefería pensar antes de actuar.

Un día, la rana propuso una idea al ratón. —¡Vamos a explorar el otro lado del arroyo!— dijo emocionada. —Podemos atarnos una cuerda entre nosotros para cruzar juntos, así no te perderás en el agua.

El ratón, que no sabía nadar, dudó al principio, pero la insistencia de la rana lo convenció. —Está bien—, dijo, —pero debes tener cuidado y nadar despacio para que no me ahogue.

La rana ató la cuerda al ratón y se lanzó al agua, emocionada por la aventura. Al principio, nadó lentamente, y el ratón se sintió seguro. Pero pronto, la rana comenzó a nadar más rápido, olvidándose de su amigo. Saltaba y se sumergía en el agua sin pensar en las consecuencias.

—¡Rana, detente!— gritaba el ratón, arrastrado por la corriente y luchando por mantenerse a flote. Pero la rana, emocionada por su propia diversión, no lo escuchaba.

De repente, un halcón que sobrevolaba el arroyo vio al ratón luchando en el agua. Pensando que sería una presa fácil, el halcón descendió en picado y atrapó al ratón con sus garras. Al sentir el tirón de la cuerda, la rana también fue arrastrada hacia el cielo junto con el ratón.

Ambos estaban en grave peligro. Fue entonces cuando la rana, al darse cuenta de las consecuencias de su imprudencia, trató de zafarse de la cuerda, pero ya era demasiado tarde.

Por suerte para ellos, el halcón, confundido por el peso de la rana, soltó al ratón y se alejó volando. El ratón y la rana cayeron al suelo, sanos pero exhaustos.

El ratón, aun jadeando por la experiencia, miró a la rana y dijo: —Tu impulsividad nos ha puesto en peligro a ambos. Debemos pensar antes de actuar y considerar las consecuencias de nuestros actos.

La rana, avergonzada, asintió en silencio. Desde ese día, prometió no dejarse llevar por su entusiasmo sin antes pensar en los demás.

Moraleja: Actuar sin pensar puede ponernos a nosotros y a los demás en peligro. La prudencia y la consideración son necesarias para evitar problemas.