El Cuervo y la Serpiente Codiciosa
Había una vez un cuervo que vivía en lo alto de un árbol. Desde su nido, observaba todo lo que sucedía en la llanura. Un día, el cuervo vio una serpiente deslizándose por la hierba, dirigiéndose hacia una roca donde había un huevo dorado, brillante como el sol.
La serpiente, codiciosa y ambiciosa, deseaba ese huevo para ella misma, aunque no tenía ni idea de si era comestible o valioso. Solo le importaba poseerlo.
El cuervo, que también tenía curiosidad por el huevo, decidió hablar con la serpiente.
—¿Por qué quieres ese huevo?— preguntó el cuervo desde las alturas. —¿Es realmente tan importante?
La serpiente, sin apartar la vista del huevo, respondió: —Lo quiero porque es raro y brillante. Si lo tengo, todos sabrán que soy la más poderosa de la llanura.
El cuervo, sabio y astuto, sonrió. —Te propongo un trato. Yo puedo ayudarte a obtener el huevo sin que tengas que esforzarte. A cambio, compartirás conmigo lo que sea que encuentres dentro.
La serpiente, pensando que el cuervo sería fácil de engañar, aceptó. El cuervo voló hasta la roca, levantó el huevo con su pico y lo llevó al nido. Desde ahí, dejó caer una piedra en el lugar donde antes estaba el huevo.
—Sube aquí— dijo el cuervo. —Cuando el huevo esté abierto, compartiremos el tesoro.
La serpiente, ansiosa por su codicia, comenzó a subir el árbol lentamente. Pero antes de llegar al nido, el cuervo lanzó el huevo dorado al suelo. Cuando el huevo se rompió, resultó estar vacío por dentro, hecho solo de oro por fuera, pero sin valor alguno para comer o usar.
La serpiente, furiosa por haber sido engañada tanto por el huevo como por el cuervo, comprendió que su codicia la había llevado a perder el tiempo. Mientras tanto, el cuervo, satisfecho de no haber caído en la tentación, voló feliz hacia otro árbol.
Moraleja: La codicia y el deseo desmedido por lo que brilla pueden llevarnos a perder el tiempo persiguiendo lo que no tiene valor real.