🐜La Hormiga que Soñaba con el Mar🐜🌊
En un gran hormiguero, vivía una pequeña hormiga llamada Ana. Ana era muy trabajadora y siempre estaba ocupada llevando hojas y alimentos al hormiguero. Sin embargo, tenía un sueño secreto: quería ver el mar. Había escuchado historias de un lugar lejano, lleno de agua azul y olas que brillaban con la luz del sol.
—El mar debe ser maravilloso —decía Ana mientras trabajaba—. ¿Cómo será ver algo tan grande y hermoso?
Sus compañeras hormigas se reían al escuchar sus palabras.
—Ana, las hormigas no pueden ir tan lejos. ¡Nuestro lugar está aquí en el bosque! —le decía su amiga Bela—. Además, el trabajo en el hormiguero es muy importante.
Pero Ana no podía dejar de pensar en el mar. Un día, decidió que intentaría cumplir su sueño. Al amanecer, se despidió de sus amigas y, llena de valor, comenzó a caminar hacia el horizonte, donde pensaba que encontraría el mar.
El camino no fue fácil. Se encontró con enormes piedras, hojas que tenía que escalar y ríos que debía cruzar. Cada obstáculo parecía enorme para una hormiga tan pequeña, pero Ana no se rindió. Siempre pensaba en lo maravilloso que sería ver el mar.
Después de varios días de viaje, Ana comenzó a oír un sonido diferente, un murmullo suave y constante. Era el sonido de las olas. Emocionada, aceleró el paso, y al subir la última colina, ¡lo vio! Ante sus ojos se extendía el mar, inmenso y azul, brillando bajo el sol.
Ana no podía creerlo. El mar era aún más hermoso de lo que había imaginado. Se acercó a la orilla y sintió la brisa fresca en su cara y el olor salado en el aire. Las olas iban y venían, y Ana se sentía pequeña, pero, al mismo tiempo, llena de alegría.
—¡Lo logré! —gritó Ana, aunque nadie podía escucharla.
Después de un rato, se sentó en la arena y miró las olas. Sabía que pronto tendría que regresar al hormiguero, pero ahora entendía que, aunque era pequeña, podía cumplir sus sueños.
Cuando volvió al hormiguero, todas sus amigas la recibieron con sorpresa y admiración. Les contó sobre el mar y lo increíble que era, y las otras hormigas la escuchaban fascinadas.
Ana había aprendido que, aunque fuera pequeña, su espíritu era grande. Desde entonces, todas en el hormiguero supieron que no importaba el tamaño de uno, sino el tamaño de sus sueños.
Fin.