Un día, mientras la manada pastaba tranquilamente, un fuerte ruido resonó en la distancia. Un grupo de monos corría apresuradamente y advertía a todos los animales del peligro que se avecinaba: ¡un incendio forestal estaba arrasando las llanuras!El humo empezó a llenar el aire, y la manada de jirafas, junto con otros animales, comenzó a correr hacia un lugar seguro. Gala, asustada por el humo y el fuego, intentó seguir a los demás, pero en medio de la confusión se desvió del camino y quedó sola en una pequeña colina rodeada de árboles.
Mientras Gala trataba de calmarse y pensar en cómo regresar a su manada, escuchó un suave gemido proveniente de un arbusto cercano. Se acercó con cuidado y descubrió a un pequeño antílope atrapado entre las ramas. Estaba herido y no podía caminar.
—¡Ayuda! —gritó el antílope—. ¡No puedo moverme y el fuego se acerca!
Gala, aunque asustada, sabía que no podía dejar al antílope solo. Miró a su alrededor y notó que las llamas se acercaban rápidamente. No había tiempo que perder. Con su largo cuello y sus fuertes patas, Gala cuidadosamente rompió las ramas que atrapaban al antílope y lo levantó con su boca, colocándolo suavemente sobre su espalda.
—No te preocupes —dijo Gala con valentía—. Te llevaré a un lugar seguro.
Con el antílope a cuestas, Gala comenzó a caminar hacia una colina más alta que se veía libre de humo. El fuego rugía a sus espaldas, pero Gala siguió adelante, con pasos firmes y decididos. Mientras subía la colina, el pequeño antílope le susurró palabras de agradecimiento, y eso le dio a Gala aún más fuerzas para continuar.
Finalmente, después de un largo y agotador recorrido, Gala llegó a la cima de la colina, donde el aire era más limpio y el fuego no podía alcanzarlos. Allí, encontraron un refugio seguro y Gala dejó al antílope suavemente en el suelo.
—¡Gracias, gracias! —dijo el antílope—. Nunca podré agradecerte lo suficiente por salvarme.
Gala, todavía agitada pero aliviada, sonrió con timidez.
—Solo hice lo que cualquiera hubiera hecho. No podía dejarte atrás.
Poco después, otros animales que habían escapado del incendio llegaron al refugio. Entre ellos estaba la manada de Gala, que la había estado buscando por todas partes. Al ver a Gala sana y salva, y con el pequeño antílope a su lado, la manada se sorprendió y la felicitó por su valentía.
A partir de ese día, Gala ya no fue vista como la jirafa tímida y reservada. Su coraje y bondad demostraron que la verdadera fuerza no siempre se muestra en los momentos más obvios, sino en las acciones que tomamos cuando otros necesitan nuestra ayuda.
Y aunque Gala seguía siendo tranquila y prefería la paz de las ramas bajas, todos en la manada sabían que dentro de ella había una jirafa con un corazón tan grande como el cielo, capaz de enfrentar cualquier desafío por amor y amistad.
Fin.